En 2013 un estudio del sindicato de
libreros de Francia concluía que las pequeñas librerías independientes constituyen
una “anomalía económica”, porque su atomización y sus frágiles estructuras
financieras las hacía vulnerables a los vaivenes del mercado.
Esta tesis podría ser cierta, si nos
limitáramos a observarlas individualmente, pero desde una perspectiva global la
lectura es totalmente contraria. En ese caso, esa debilidad puede devenir en
virtud: solo falta que los terminales dispersos y atomizados se estructuren en
una red distribuida para que sean más fuertes que las grandes
cadenas que se construyen como redes centralizadas.
Ser más fuertes es también ser menos
frágiles. Solo hay que recordar que la muerte de un nodo (es decir, de una
librería) en una red distribuida no afecta al conjunto, lo vemos en el cierre
constante de librerías y la apertura de nuevas normalmente más pequeñas y
especializadas. Sin embargo, el cierre de un nodo en una cadena (red
centralizada) no tiene la misma capacidad de autorregeneración e indica
problemas que tarde o temprano afectaran a toda la red.
Contra la trivialización del concepto de
innovación en el mundo editorial:
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